Solo en la oscuridad

Te entra el canguelo. Sea lo que sea ese engendro que se aproxima, no quieres que llegue a ti. Ni siquiera quieres mirarlo de cerca. Esas vendas tienen pinta de oler fatal, y no quieres ni imaginar cómo olerá si se desprende alguna.

¡Hay que salir corriendo a cualquier parte!

—¡Siento las molestias! –gritas. A continuación, sales a correr como alma que lleva el diablo. 

¿A dónde? ¡Qué más da! Te limitas a alejarte a toda velocidad, sin echar cuenta de la dirección que tomas. ¡Ese callejón tiene buena pinta! Es estrecho, oscuro y solitario. Ahí estarás a salvo.

Cruzas la carretera y corres por la otra acera hasta que llegas a la boca del callejón. Entonces giras noventa grados y te metes rápidamente entre las estrechas paredes.

Oh, maldición. ¡La calleja no tiene salida! ¡Media vuelta!

Demasiado tarde. Antes de tener tiempo para derrapar, sientes que tus pies no pisan suelo. Entonces, te sientes caer al vacío durante un segundo. No te da tiempo a gritar antes de dar con los huesos en el suelo. Algo cruje por encima de tu cabeza mientras intentas comprender qué ha pasado.

Has caído en lo que parece ser un túnel subterráneo. Es bastante estrecho y tiene forma ovalada, extendiéndose uniformemente hacia delante por el subsuelo.

Afortunadamente, hay antorchas en las paredes que iluminan el pasadizo tenuemente.

Desgraciadamente, ese ruido que has escuchado por encima de ti es ni más ni menos que el ruido de una pesada losa deslizándose sobre la abertura por la que has caído. Y sí, acaba de sellar completamente la única salida visible. 

—Lo de las luces no compensa ese pequeño detalle –murmuras fastidiado.

Está claro que todavía te quedan por vivir más aventuras raras esta noche.